martes, 14 de enero de 2014

Chakras

SIETE.

El número de la suerte para mucha gente, pero el número que últimamente me trae de cabeza.


Yo vivo, de color rojo vivo.

Yo siento, de color naranja brillante y girando alegre.

Yo determino, de color amarillo pollo. Medio atascado por un palitroque.

Yo amo, pero no de color rojo como el primero y como cabría esperar, sino verde verde verde, como el traje de flamenca de la difunta.

Yo digo, de azul cielo. Con sequedad y con dolor pero hoy sin lágrimas.

Yo veo, con perspectiva y más allá de lo físico y palpable. Color azul índigo. Qué bonitas son las palabras esdrújulas.

YO SOY. Soy de color violeta. Soy hasta mis límites pero también la de experiencias pasadas. Soy lo que se ve, pero también lo que se intuye y lo que aún ni siquiera conozco.
Soy la que está aquí y ahora pero también lo que estuvo en otros mundos y en otros planos.
Conectada a mi conciencia y teniendo en cuenta al alma, ese mi arma andaluz que algunos andaluces detestan y que a mi siempre me llegó a través de imágenes de prados verdes con cielos claros y nubes de algodón.

Y me enraizo, y recojo mi campo energético lleno de colores y atravesado por el centro por un tubo enorme de metacrilato que emite la luz más cegadora y atrayente que jamás había visto.

Destellos y más destellos.

Alegría, serenidad, entumecimiento y suspiros exhalados hasta el final.

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