martes, 18 de noviembre de 2008

Continuará...

Hallábase mi persona dispuesta a conocer una ciudad del todo desconocida (para moi) y decidí (mos) que lo mejor era spend a whole weekend there a tal efecto.
Llegué tarde a mi aeropuerto, corrí como una posesa hasta la puerta 8 sin descalzarme y a sabiendas de que Emilín viajaba conmigo en la bodega reposé tranquila mi cabeza tratando de dejarla en blanco por si se producía cualquier eventualidad en forma de turbulencia malintencionada.
Llegué pronto a su aireportua, y esperando la maleta localicé con la vista la irteera y el bus que me llevaba al centro. Esperé media hora y tras media hora más la Unión hizo la fuerza y me llevó a una estación de más de 30 años de provisionalidad.
Bajé, saludé con la mano, y una amplia sonrisa con paraguas bajo el brazo me devolvió el gesto.
“Esta es una ciudad para pasear” me dijo mientras las hojas secas y caducas sonaban bajo nuestros pies con crujeterío otoñal y un montón de gente con abrigo y bufanda caminaba sin prisas por el centro de la arboleda.
Anochecía…y como estaba ocupada nos fuimos a tomar café y a departir sobre todo lo que se nos viniera a la cabeza: viajes, bondad, religión, crueldad, injusticias, locuras, gemelos, hermanos, trabajo, tiempos pasados…y así de charla ni siquiera pude pagar (aunque queda pendiente para próximas visitas al sur).
Pasamos por una farmacia casi cerrada, nos lloviznó y en apenas dos minutos (diez desde cualquier sitio)encontramos refugio con música y todo.
De ahí a cenar cordero con espuma y algunas otras exquisiteces regadas con Pierola y coronadas con un postre de madrastra revenida que hizo las delicias de todos.
Mejor comienzo imposible, pero que nadie se preocupe, hay crónica negra...

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